domingo, 15 de noviembre de 2009

Capítulo 1: La última esperanza


Este rival los superaba a todos... Pero el comandante de la guardia de Ardân sentía que su combate, que el transcurso de su combate no era más que el reflejo de la batalla.
Sayrz desenfocó a su rival un segundo para contemplar la primera muralla de la ciudadela. Los numerosos takhä, lejos de rendirse, seguían penetrando en las defensas humanas como el agua entre las rocas...
El guerrero percibió movimiento y volvió la vista hacía el combate. El corpulento takhä lanzaba un nuevo mazazo contra Sayrz.
Instintivamente, el comandante cubrió su cabeza con el reluciente escudo de metal bloqueando el golpe. Era tal la fuerza del monstruo, que al impactar su maza contra la defensa de Sayrz, provocó que todo su brazo izquierdo se resintiera. Su extremidad, herida en el transcurso de la batalla, le falló en ese momento y lo dejó momentáneamente desarmado.

El capitán takhä aprovechó la situación y levantando esta vez la maza en un golpe ascendente cargó contra el comandante. Viendo venir su final inminente, Sayrz interpuso su espada en la trayectoria del ataque.
Del poderoso choque, la espada de Sayrz salió proyectada varios metros a sus espaldas.

El poderoso rival levantó la pesada maza con un solo brazo y la dirigió hacía Sayrz.
Bajo la escasa luz de la media luna y antorchas que aquella noche iluminaban las murallas de Ardân, la coraza del capitán demonio relucía con intensidad comparada con las del resto de sus soldados.

De entre dos retorcidos cuernos que portaba en la cabeza, una voz de ultratumba bramó:
-¡¡¡Este será tu fin!!! -gritó el monstruo con furia. En ese mismo instante, las esperanzas invadieron el corazón del joven comandante:
-No es a mi quien la muerte a venido a buscar bajo esta luna...
De entre las sombras de la muralla, una estela dorada prácticamente indivisible se estrelló contra el cráneo del capitán takhä. Como reacción al impacto, el demonio voló varios metros hasta topar contra una de las paredes de la muralla.
Sayrz observó al amenazante monstruo que ahora se encontraba con los ojos en blanco y sangrando prominentemente por una gran brecha en su cráneo.
Una poderosa voz llamó la atención de Sayrz:
-¿No te puedo dejar sólo verdad? -preguntó el joven que cargaba a sus espaldas un colosal martillo.
-Casi acaba conmigo ese desgraciado... -dijo Sayrz mientras mostraba una profunda abolladura que presentaba su escudo. Después añadió:
-Suerte que Nûr estuvo conmigo y me bendijo con una de tus entradas triunfal...
Antes de que Sayrz tuviera tiempo de terminar su frase, el joven del martillo dorado giró repentinamente y aprovechando hábilmente su impulso, destrozó el esternón de un takhä que corría hacia ellos. Después extendiendo su brazo hacia Sayrz dijo:
-Arriba comandante, ¡Conseguiremos la victoria!
Sayrz recogió su espada y haciéndola girar con un golpe de muñeca añadió:
-Gracias, comandante Valten.



El arquero acarició la suave pluma con la que acababa la flecha.
Sabía que era sólo cuestión de tiempo que alguna despreciable criatura asomara la cabeza sobre la muralla...
Esperaba pacientemente cuando se percató de que una leve brisa soplaba del este. Como la gran parte de la compañía de arqueros de Ardân, sabía perfectamente que no era viento suficiente como para modificar la trayectoria del proyectil en una distancia tan corta.
Satisfecho con eso, su satisfacción fue aun mayor cuando vio a un takhä que trepaba por el lugar esperado.
Sin vacilar, tensó el arco con un rápido movimiento y de igual manera, lo soltó sin que debido a los movimientos la dirección del arco variara ni un centímetro.
El disparo certero hizo que el cuerpo inherte del demonio cayera al inferior del muro.
-Perfecto -susurró el joven arquero. Justo después de eliminar al primer invasor, tres escaleras más chocaron contra las piedras de la muralla.
El comandante de la compañía de arqueros de Ardân volvió a cargar su arco y esta vez ya tensándolo gritó:
-¡Arqueros, cargad flechas!
De las cuatro escaleras aparecieron un gran numero de takhäs, una vez situados entre los muros se dirigieron hacia las almenas donde los arqueros les esperaban.
El líder de los arqueros espero a que un numero más grande de ellos hubiera entrado en el muro inferior y cuando lo consideró oportuno dio la orden a su capitán:
-¡Soltad una descarga! -el capitán repitió la orden a los oficiales, los cuales junto con el resto de sus camaradas, la ejecutaron.
Una lluvia de flechas masacró al grupo de takhäs. Quedaron en pie dos malheridos demonios que, viendo a los arqueros cargar una segunda oleada de flechas, intentaron desesperadamente huir.
El joven comandante de la unidad cargó rápidamente dos flechas en su arco y lanzándolas con una maestría asombrosa, evitó la retirada de los dos enemigos:
-¡Dos flechas! Increíble comandante Katne, -comentó un arquero experto. A lo que Katne, dirigiéndose al resto de sus hombres contestó:
- ¡Ninguna de esas bestias saldrá de aquí con vida!.

Katne llamó la atención a tres de sus arqueros:
-¡Olvidaos de los que entran en las murallas, nuestro deberes es protejer las puertas!.
Los arqueros rectificaron el tiro y dispararon sobre el bullicio que golpeaba la puerta norte.
Katne, después de observar la puerta norte, controló la otra entrada a la ciudad, que se encontraba a escasos seiscientos pasos de su posición. Una bestia enorme arremetía contra el portón sur. Ante tal imagen, el joven comandante reaccionó rápidamente:
-¡¡¡Disparad contra la otra puerta!!!


Sayrz remató con rabia a un takhä que se encontraba desarmado en el suelo. Exhausto, volvió a levantar su espada para ponerse en guardia:
-¡Estamos hasta el cuello Valten!
-¿¡Crees que no lo sé!? –contestó su compañero mientras un demonio perdía su arma y la vida intentando bloquear un ataque del martillo.
La situación empezaba a complicarse gravemente. Pese a que los takhä no eran muy difíciles de vencer individualmente, poco a poco los guerreros que defendían Ardân estaban cayendo.
Se había iniciado una batalla de desgaste en la que los humanos tenían todas las de perder…
Algo sacó a Sayrz de sus pensamientos. Una enorme estructura en forma de torre, se acercaba lenta pero implacablemente a la muralla:
-¿Una torre de asedio? –preguntó Sayrz alarmado.
-¡Maldita sea, necesitamos apoyo! –gritó Valten.
El extraño artilugio chocó violentamente contra el muro, el impacto se propagó por toda la muralla llegando incluso al suelo que pisaban los dos comandantes.
Al instante, de la torre surgió una abertura de la cual apareció un gran número de takhäs. Los acelerados monstruos vieron a Sayrz y Valten y corrieron en su caza. Encontrándose aun a una cierta distancia, Valten alargó su brazo hacia su cintura y se llevó a la boca un cuerno brillante.


-Señor, los takhä de la puerta norte están cargando un enorme listón de madera. –informó uno de los arqueros a su comandante. Mirando hacia el portón anunció:
- ¡Van a salvar el foso, hay que impedirlo!. –y valorando el estado de la puerta norte añadió:
-La bestia está muy debilitada, buen trabajo chicos. ¡¡¡Ardân es inexpugnable!
Cuando la primera ráfaga de sagitas impactó en los takhä, un agudo tono llamó la atención de la unidad.
El reclamo provenía de la puerta opuesta. Mientras intentaban situar su procedencia, un segundo tono les aclaró la dirección.
A unos quinientos pasos, dos guerreros supervivientes defendían la muralla de un numeroso grupo que cargaba hacia ellos.
El joven líder de la compañía de arqueros de Ardân reconoció al instante a los soldados:
-¡Piden refuerzos! –anunció Katne. Miró con impotencia el gran número de cadáveres humanos que yacían en las losas de la muralla y tomó una difícil decisión:
-¡¡¡Empuñad las espadas, nuestros compañeros las necesitan!!!


Valten bloqueó un espadazo con el mango de su martillo y con la punta de éste, golpeó a su atacante dejándolo aturdido en el suelo. Acto seguido, se agacho para esquivar un traicionero mazazo por la espalda y levantando el martillo con fuerza, destrozó la mandíbula inferior de un takhä.
Sin apenas tiempo para recuperarse, una gélida punzada arremetió contra su pierna izquierda, haciéndolo caer hasta quedarse apoyado sobre su otra rodilla.
El aturdido enemigo había recuperado el sentido antes de lo esperado y traicioneramente, aun desde el suelo, clavó una daga serpenteante en el muslo del comandante.
Valten lanzó un grito de dolor que convirtió en uno de furia cuando con un aplastante martillazo el comandante vengó su herida.
Sayrz vio la acción y preguntó:
-¿Estas bien?
-¡No es nada! – gritó entre dientes mientras se sacaba la daga de un doloroso tirón. Al ver que su herida sangraba prominentemente siguió:
-Pero no aguantaremos mucho más.
-Tenemos que salir de aquí.-y dando un breve vistazo a su alrededor añadió:-¡No queda nadie para defender la muralla inferior!
En ese instante, una veloz flecha impactó en la cabeza de uno de los takhä que corría hacia Sayrz. A esta, le siguieron otro grupo que pasaron silbando a los lados de los dos comandantes. Desconcertados, intentaron identificar a los responsables de los disparos pero debido a la escasa iluminación del tramo frente a las almenas, sólo pudieron reconocer unos yelmos con plumas blancas.
El grupo se acercó despejando la muralla de todo enemigo y llegó rápidamente a la posición de Valten y Sayrz:
-¡Comandante Katne! Tan oportuno cómo siempre. –dijo Valten sonriendo al ver a su amigo.
-Necesitábamos ayuda… gracias. –confesó Sayrz entre jadeos.
-Debemos darnos prisa –Katne lanzó una flecha y continuó: -No se cuanto tiempo aguantarán los portones si no reciben el ataque de mis arquer…-un grave estruendo interrumpió a Katne. El sonido volvió a repetirse y adoptó un ritmo regular. Sayrz furioso preguntó:
-¿Qué diablos es ahora?
En respuesta a su pregunta, la compañía de arqueros junto con Valten y Sayrz, escucharon al resto de los arqueros que aún defendían las almenas:
-¡Están utilizando un ariete! ¡Los takhä están derribando la puerta!

Este hecho escapaba a la explicación de los que aquella noche defendían la ciudad de los hombres, Ardân. Los takhä, desde que los humanos empezaron a relatar su historia en las crónicas hace cuatro mil años, jamás había habido una organización como la de aquella noche y lo que era aun más preocupante; ninguno de ellos hubiera renunciado a un segundo de carnicería para cargar con un incomodo ariete…

Un fuerte sonido retumbó por las murallas de la colosal ciudad de Ardân. Un sonido que cambió los planes de todos los soldados defensores. Al instante, oficiales, capitanes y soldados de alto rango gritaban a sus camaradas:
-¡¡¡Retirada!!!
-¡Nos reagruparemos en la muralla superior!
-¡La puerta sur ha caído! ¡Atrás!
Sin vacilar, Sayrz, Valten y la compañía de arqueros de Ardân, huyeron hacia la muralla superior. No tardaron más de pocos minutos en subir la escarpada elevación que separaba ambas murallas y entrar en los muros. En las puertas de la última linea defensiva de la ciudad, dos soldados esperaban a que pasaran el mayor número de compañeros antes de que los takhä alcanzaran los muros.
Poco después del paso de los comandantes, la primera fila del ejército enemigo se comenzó a ver encima de la elevación.
Las puertas de la muralla superior se cerraron, dejando a voluntad de Nûr la suerte de los que no habían logrado entrar…

Una vez dentro de la segunda muralla, los tres comandantes reagruparon a sus hombres y tomaron de nuevo posiciones a la espera de las acometidas de los takhä.
El comandante de la compañía de arqueros, se ocuparía de la defensa del portón, Valten y sus alabarderos de la protección de la muralla y Sayrz y los espadachines de frenar la embestida una vez las puertas se hubieran abierto.
Katne, una vez había posicionado sus hombres, desapareció por una puerta que conducía al interior de los muros sobre los cuales estaban. Al cabo de unos minutos, se volvió a reunir con sus hombres y los de Valten, que lucharían codo con codo.
El portador del martillo dorado observó que Katne mostraba una exuberante sonrisa y preguntó:
-¿Qué es lo que te hace tan feliz? –Katne sacó una flecha de su carcaj y cargándola en su arco contestó:
- Es una verdadera lastima que el comandante Sayrz no vaya a presenciar esto…
Valten se abstuvo de saciar su curiosidad cuando vio que una columna de los takhä subía la cuesta escarpada con el fin del alcanzar el portón.
El comandante arquero observaba el avance enemigo con impaciencia, hasta que en un momento que consideró oportuno, alzó el brazo con insistencia haciendo señas a un oficial de su compañía que se encontraba frente a la puerta que anteriormente había visitado.
Katne levantó los brazos y dirigiéndose a Valten gritó:
-Observa viejo amigo. ¡La gran obra de los arqueros de Ardân!

Como una bandada de veloces cuervos, decenas de enormes flechas salieron proyectadas del interior de los muros de la muralla superior.
En tan sólo unos segundos, las incesantes flechas estaban frenando el avance de la numerosa columna acabando en sagita que impactaba, con la vida de tres enemigos.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Prólogo


En ese momento, Nûr liberador de los hombres, alargó su brazo para empuñar la espada de los dioses. Pese a ser esta ligera como una pluma, le pesaba como si estuviera hecha de piedra maciza.
El combate con el que antes había llamado “hermano”, se prolongaba ya por espacio de once días… El desgaste de la batalla y el poder superior de su hermano estaban acabando con Nûr.
Ante sus ojos, incapaces de enfocar bien al enemigo, el devastador Nûm le miraba mientras mantenía una sonrisa de satisfacción. Al ver a su hermano tambaleándose, el semidiós invocó un nuevo hechizo que sin duda, supondría el final del duelo:
-Parece mentira Nûr…-dijo Nûm mientras un fuego negro ardía alrededor de su mano-que te expongas a morir por salvar a los insignificantes humanos.
Nûr, desvió la mirada un segundo del combate, para observar la primera ciudad amurallada del reino humano construida con sacrificio y esperanzas.
Comparada con los dioses, era pequeña, insignificante pero que en Nûr infundaba un profundo respeto y admiración:
-¡¡No permitiré que destruyas lo que padre luchó tanto por construir!!-gritó enfurecido.
La espada del “protector de los hombres” lanzó un resplandor cegador. Con sus últimas fuerzas, Nûr cargó contra su hermano, pero el hechicero lejos de sorprenderse, bloqueó el ataque sin dificultad.
-No puedes vencerme hermano, ríndete y te perdonaré la vida.-pero su rostro se cambió repentinamente al ver como la centelleante espada cobraba una fuerza inimaginable y ganaba terreno al mago.
-¡El reino humano, vivirá para siempre!-con un sonoro rugido, Nûr rompió la vara con la que estaba siendo bloqueado. Teniendo a Nûm completamente a su merced dijo entristecido:
-Adiós, hermano…