domingo, 11 de julio de 2010

Capítulo 6: Escapatoria (6.2.)


Todos quedaron pasmados ante la acción de Deimos que con aire despreocupado, había espoleado a su caballo e iniciado un trote descendiendo el camino. La domadora Shannah se levantó y mientras hacia girar sus espadas llamó a sus compañeras:
-Salgamos de aquí de una vez.¡Vamos! - Hlenn y Yannâ, ante el entusiasmo de la guerrera, avanzaron para encontrarse con ella.
El comandante de la compañía de espadachines se llevó una mano bajo la coraza para examinar la herida en la clavícula. Cuando la sacó, unas gotas de sangre teñían la punta de sus dedos. Considerándolo una herida sin gravedad, se colocó de nuevo la armadura correctamente y golpeó sus ropas con las manos para quitarse parte del polvo que las cubrían. A su lado, Nariel lo observaba con detenimiento mientras sonreía:
-No debería de ser tan temerario soldado.
-Sus sacerdotisas se han visto expuestas a más peligros de los necesarios... al menos esta vez quería evitarlo. -tras las palabras del guerrero, Nariel asió el hombro de Sayrz mientras le decía:
-Nos unimos a vuestra misión, comandante Sayrz, con el fin de llegar hasta Ostrang y recuperar la espada de Naresh. Decidimos enfrentarnos a los peligros del viaje y lo seguimos manteniendo. Así que comandante, reclame nuestra ayuda cuando sea necesaria en el futuro, estamos preparadas para lo que sea.
El espadachín se llevó el brazo a la altura del pecho realizando el saludo militar reconocido en las fuerzas de Ardân y añadió:
-De acuerdo pues, os tendréen cuenta en futuras batallas, más aun cuando podais honrarnos con ataques como el que habéis lanzado sobre los jinetes. Doy gracias a los dioses por vuestra exitosa acción.
-¡Y por desgracia el tercero se nos escapó! -interrumpió una de las discípulas de Nariel- era un conjuro que requería un esfuerzo conjunto de todas las sacerdotisas y es algo difícil de sincronizar...
-La magia es algo que siempre ha escapado a mi entendimiento- concluyó Sayrz riendo.
Durante la conversa, las sacerdotisas que se atrincheraron en la parte más elevada del camino durante la contienda, descendían el sendero en pos de encontrarse con el resto y continuar la marcha. De nuevo dispuestos, todos seguían a Deimos, que a lomos de su corcel lideraba al grupo. Al observarlo, una de las sacerdotisas de Kur preguntó a Shannah:
-¿Donde está el caballo que montabais?
La pregunta de la hechicera hizo entristecer a la domadora que con un tono de voz apagado respondió:
-Hemos tenido que separarnos cuando nos topamos con ese maldito dragón.¡Ojalá hubiéramos acabado con él!
-No había nada que pudiéramos hacer contra esa bestia.-interrumpió Katne- Pese a que somos un buen número de hechiceras y soldados, era una temeridad enfrentarnos contra él.
-¡Ja! Ha sido la suerte la que ha salvado su vida.
Tras el comentario de la domadora, la sacerdotisa Hlenn dio un salto para ponerse delante del grupo que seguía la conversación. Siguiendo su paso mientras caminaba de espaldas, expuso entusiasmada:
-Me persiguió durante toda la mañana y gracias a Nûr que en mi camino cruzó a Shannah y Yannâ que lograron detener a la bestia.
-¡¿Rechazasteis el ataque del dragón sólo vosotras!? -gritaron Katne y Sayrz al unísono, quedando clavados en el centro del camino, inmóviles, mientras el resto del grupo avanzaba.
-Y eso no es todo comandantes, sino que además, tras perder una de las cabezas, la bestia tuvo que escapar penosamente para no terminar muerta. La sacerdotisa Yannâ fue la responsable de tal hazaña.
Los dos soldados y algunas sacerdotisas que se encontraban cerca, tras escuchar la conversación, observaron a la bella sacerdotisa y su rostro empezó a dibujar una nerviosa sonrisa a causa de la expectación que despertó su persona. Estando todos parados a su alrededor, decidió retomar la marcha para de ese modo, evadir las miradas de todos sus compañeros.

El sendero continuaba hasta rodear la montaña. Sobrepasada esta, los viajeros observaron como para seguir adelante, el camino volvía a remontar hacia arriba. Sin detenerse ante las sugerencias de tomar un camino distinto, Katne expuso que en sus innumerables travesías como rastreador en las montañas de Ardân, la experiencia le había enseñado que este tipo de caminos siempre solían ser inciertos. Los que parecían tener fin, o al menos una distancia aproximada, frecuentemente eran en realidad la introducción a un nuevo tramo que se inmersaba serpenteando en el macizo rocoso:
-Nuestros temores son innecesarios pues. El camino nos llevará a la llanura tarde o temprano. -dijo Sayrz en un intento de convencer a las sacerdotisas y a él mismo.
La jornada de travesía se extendió hasta el amanecer y las sacerdotisas, junto con los tres soldados, perdían la esperanza a medida que pasaban las horas. De no encontrar la salida, deberían de permanecer en vela durante el próximo día, realizando únicamente pequeñas paradas sin poder siquiera desarmarse.
Con las primeras luces del nuevo día, los viajeros recibieron el mayor de los alivios que pudieran desear en aquel instante. Oculta tras una densa zona de árboles de hoja carmesí, encontraron un camino que descendía directamente hasta la falda de la montaña y que a través de una depresión, los alejaba del conjunto de cumbres. Pese a las heridas causadas por los múltiples combates, las dificultades del terreno, la fatiga y la sed, los aventureros contemplaron con admiración como el amanecer teñía las tierras rojas con su color característico y les devolvía su identidad que en la noche, inmersas en la oscuridad, perdían.
Mientras el grupo aprovechaba aún la altura del sendero para contemplar el lado noreste de la cordillera, Katne, siempre más diestro en la observación que el resto de sus compañeros dijo:
-¡Esperad! Alguien aguarda en el final del camino. He visto moverse algo...
La alerta dada por el arquero instó a todos los viajeros a alzar sus armas. En formación, avanzaron ocupando todo el espacio ancho del camino. Sería el último combate que les liberaría del paso de Kalim y pese a la falta de fuerzas, su motivación sería suficiente para afrontar cualquier reto.
A medida que se acercaban, varias figuras bañadas por la escasa luz de la mañana se definieron con mayor nitidez:
-¡Por todos los dioses! -exclamó Sayrz mientras alzaba su escudo agitándolo de un lado a otro a modo de saludo. -Seguidme.

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