lunes, 19 de julio de 2010

Capítulo 8: Vida


El viaje había terminado. El objetivo de Deimos, el compañero de los Isïr que junto con ellos, había formado parte en la busca de la espada de Naresh, estaba cumplido. Diezmados y sin fuerzas, los aventureros descansaban bajo unos árboles en total silencio. A unos metros del grupo reunido, un cuerpo yacía sobre el césped envuelto en una blanca sábana. Mientras los supervivientes de la lucha del paso de Ostrang contemplaban el ocaso sin voluntad para mirarse entre ellos, Valten decidió romper aquella aura de oscuridad:
-Incineremos el cuerpo.
-El humo podría delatar nuestra posición... -respondió Shannah. Sopesando su comentario siguió- pero es lo mínimo que podemos hacer por el comandante.
-Esto no debería de haber sido así…-dijo para si Katne, que se había estirado sobre la hierba alta.
-¡Guardando luto no conseguiremos que vuelvan! –gritó Valten al resto.
La respuesta ante sus palabras no se hizo esperar y todos los que se encontraban allí lanzaron sobre el comandante de los alabarderos una mirada de rabia. Pero sabían que el guerrero tenía razón. No conseguirían nada estando allí en silencio, sin siquiera alzar la vista. El mal ya estaba hecho para Sayrz y el resto de los caídos:
-Tienes razón...-confesó al rato el arquero Katne-talemos dos árboles y hagamos una pila.
Valten y Víktor hicieron uso de sus martillos para partir por la mitad dos árboles jóvenes. Cortaron las ramas con una pequeña hacha que llevaban encima y dispusieron los troncos formando un cuadrado. Mientras tanto, las sacerdotisas apilaron piedras en diversas partes, un montón en honor a cada uno de los guerreros que habían muerto. Antes de que se iniciara la ceremonia, Nariel, la gran sacerdotisa de Kôr, se acercó al comandante Katne, que se despedía de uno de sus hombres a los pies de su tumba:
-Lamento la pérdida de vuestros hombres comandante. En la lluvia de proyectiles, sólo pude ocuparme de mis sacerdotisas y…
El arquero siguió murmurando las palabras dirigidas al alma de su compañero sin prestar atención a la voz de la sacerdotisa. Tras unos segundos, se volvió hacia la hechicera con una leve sonrisa en sus labios:
-Debemos alegrarnos de qué no hayamos sido todos los que estemos de camino al Orín. Hicisteis todo lo que estuvo en vuestras manos.

Cuando las últimas luces del día se habían extinguido sobre la capa de nubes que cubrían las tierras rojas, incendiaron las ramas y hierbas secas que habían colocado bajo la pila de madera. El fuego, pronto empezó a extenderse con gran velocidad y prendió toda la estructura. Como era costumbre entre los soldados de Ardân, se pronunciaron dos veces al viento los nombres de los caídos. Llegados al nombre del comandante, vitorearon su nombre un total de cinco veces, honor que sólo se reservaba a los héroes de la ciudad. Cuando hubieron terminado, las sacerdotisas iniciaron un cántico en reclamo de los dioses para que acogerían las almas de los guerreros. Las voces de las hechiceras eran de una belleza infinita, incluso pese al dolor que sentían en ese momento, los soldados supervivientes de los Isïr quedaron fascinados por el coro formado por las hechiceras que bien sería más propio de las mismísimas diosas. Terminados los ritos, Nariel se aproximó a las lápidas y la pira, de la cual sólo quedaban las cenizas:
-Marchad con nuestra tristeza hijos de Ardân-dijo la sacerdotisa mientras hacía elevar las cenizas del comandante con una suave ráfaga de viento- seguid el camino que os llevará hasta el Orín, vuestro nuevo hogar. Marchad como guerreros, como padres, amigos, hermanos, compañeros, aquellos que os aman os dan su bendición. Volveremos a vernos, tarde o temprano...
Los restos de Sayrz se elevaron en la noche bañados por la luz del fuegos que iluminaban la escena. De entre la ceniza, surgió una figura incorpórea de distintos colores que brillaba con gran intensidad. Siguiendo los movimientos del viento, se encontró con otros entes que nacían de las tumbas del resto de soldados y seguían su misma dirección. Juntos, partieron mecidos por la brisa hasta alejarse lentamente hacia el horizonte, hasta al fin, desaparecer.

El amanecer pronto alcanzó a los Isïr, que habían alargado la noche en pos de celebrar los ritos de sus compañeros caídos. Tras un breve desayuno, el grupo se reunió con intención de plantear cual sería el camino que deberían tomar a partir de ahora:
-En unos días, el paso quedará despejado. Deimos se cansará de esperarnos y vendrá en nuestra busca. –dijo Katne seguro de sus palabras.
-Apoyo la idea del arquero. Abandonará ese lugar, no esperará que volvamos. –añadió Valten mientras se colocaba al lado de Katne..
Eran los guerreros los que debatían entre ellos, aplicando su lógica militar, las posibles opciones. Las sacerdotisas por otro lado, se mantenían al margen escuchando la conversación con gran atención pero guardando silencio. Sólo una de las sacerdotisas, Nariel, que los observaba en silencio, esperó unos minutos y entró en la conversación. Escogió con sumo cuidado sus palabras y dijo:
-Es obvio que debemos encontrar la espada de Naresh –comenzó la hechicera-pero volver a Ostrang, es un suicidio. Es imposible vencer a ese ejército con…
La gran sacerdotisa tuvo que interrumpir su planteamiento cuando Katne, levantándose furioso se dirigió hacia ella. A escasos metros de la hechicera, gritó:
-¿¡No propondrás que nos rindamos verdad!?
-¡Tenemos que regresar con la espada! –añadió Víktor empatizado con el arquero.
Nariel los observaba con el semblante triste. Comprendía en gran medida lo que los guerreros sentían. Las muertes de sus compañeros no debían de haber estado en vano. Si ahora no luchaban por conseguir su objetivo, sentirían como si les estuvieran traicionando. Ese era el ideal de un guerrero:
-Conseguiremos la espada –continuó Nariel apaciguando los nervios del resto de compañeros- pero necesitamos ayuda.
-¿Ayuda? ¿Y de donde la íbamos a conseguir en este lugar? –preguntó Valten.
-En las tierras rojas, no hay nada que hacer. Tenemos que volver a Ardân. –la propuesta de Nariel desató un abanico de preguntas entre los presentes:
-¡Ardân! ¿Qué conseguiríamos con ello? –preguntó Katne
-¿Y como íbamos a volver entre las montañas? –añadió Valten recordando la intensa lucha que él y sus hombres vivieron en la cordillera de Kalim.
Nariel volvió a guardar silencio hasta que las repetidas preguntas se extinguieron al no encontrar respuesta. Cuando lo creyó oportuno, reanudó la conversación:
-El consejo creerá nuestras palabras. Les explicaremos todo lo que nos ha ocurrido, lo que hemos visto y a lo que nos hemos enfrentado. En este mundo, la verdad es el mejor argumento que jamás se puede tener. La sinceridad nos hará libres.
>>Junto con un gran ejército, volveremos a atravesar las tierras áridas para llegar hasta aquí y recuperar la luz de la tierra.
Las palabras de la sacerdotisa Nariel, como en tantas ocasiones, volvían a traer la esperanza a los corazones de quienes la escuchaban. Su sabiduría y su mirada transmitían la fuerza necesaria para afrontar cualquier reto. Era por este motivo por el cual se podía entender la devocional fidelidad que sus sacerdotisas tenían para Nariel, a la cual seguían siempre, fuera cual fuera el camino.
Sin quedar convencido, Katne volvió a cuestionar la idea de Nariel:
-Probablemente los ancianos desestimen nuestra idea, si volviéramos a Ardân y rechan nuestra propuesta, sería del todo imposible llegar hasta aquí de nuevo…
La sacerdotisa, sin poder encontrar las palabras exactas para convencer al comandante calló. El comandante aún permanecía expectante a un buen motivo que justificara el abandonar el objetivo directo de los Isïr. Tras un largo silencio, la gran sacerdotisa se aproximó al arquero y le dijo:
-Lo pondremos todo en manos del destino comandante. Que sean los dioses quien decanten la balanza: vida o muerte.
De nos ser por la tenue luz que la esperanza en volver Ostrang les daba, los Isïr habrían partido derrotados hacia Ardân. La nueva decisión suponía más que un fracaso, una toma de fuerzas para la campaña. Las esperanzas de los hombres que aún no se habían extinguido.
El itinerario de vuelta hasta Ardân iba a variar en cuanto al seguido en la ida. Principalmente sólo se pugnaba por evitar el paso de las cordilleras de Kalim, en el cual se habían encontrado con los takhä que dificultaron la travesía enormemente. Aunque más que los demonios, los Isïr no querían enfrentarse de nuevo al dragón, que aún seguía custodiando las escarpadas cumbres. Según los mapas, la cordillera de Kalim dibujaba un muro vertical desde el centro de Rüen hasta el lado meridional del antiguo reino. Estando los Isïr en su parte más septentrional, decidieron llegar hasta la costa par así evitar el macizo montañoso.
El viaje de vuelta hasta el mar se extendió por espacio de una semana. Conociendo ya el terreno, la compañía no tuvo más que recomponer sus pasos y dirigirlos hacia el norte, donde encontrarían un espacio libre de accidentes geográficos. En los largos días de travesía, Katne sopesaba continuamente la decisión de volver hacia Ardân. En un primer momento recordaba la muerte de su más estimado amigo y consideraba la vuelta a casa como una traición. Con frecuencia se distanciaba del grupo y recitaba para el mismo un monólogo interminable:
“Deberíamos de haber continuado en Ostrang. ¡Estábamos tan cerca! Ya podía oler la espada de Naresh, sólo nos hubiera hecho falta llegar hasta ella, empuñarla por el mango y todo sufrimiento habría acabado…”
“Por otro lado, la gran sacerdotisa tiene razón. Sería imposible abrirse paso hasta la espada. Ni si quiera la vimos, y gracias a las sacerdotisas que pudimos salir con vida de aquel lugar. Sin ellas…”

Una tarde, al observar las cavilaciones del arquero, su compañera de armas Hlenn, se acercó intrigada hasta Katne. La sacerdotisa se rezagó de sus compañeras disminuyendo su marcha hasta quedar al lado del soldado. Al darse cuenta de su presencia, alzó la cabeza con resignación hasta que se topó con la perfecta sonrisa de la hechicera. Incapaz de sancionar la interrupción, el arquero le devolvió el saludo:
-¿Qué preguntas merecen tal tormento, comandante Katne?
El soldado permaneció unos segundos en silencio pensativo, hasta que finalmente dirigió su vista al suelo y contestó:
-Me preguntaba si realmente, volver a Ardân es una buena idea.
La hechicera dejo escapar un cansado suspiro:
-Sois demasiado cerrados. Tal vez ves aquí el final, pero no ha hecho más que empezar. El hecho de que volvamos a Ardân sólo significa que nuestro cometido como los Isïr tal vez ha terminado, pero no el final de nuestro objetivo... Volveremos de nuevo, ¡Bajo el nombre de Ardân!
Las ideas de la sacerdotisa empezaban a tomar forma en la mente de Katne. Tenía razón. No iba a abandonar sus objetivos ni su palabra. Continuaría con lo que los Isïr iniciaron cuando partieron de Ardân. No era el fin:
-Volveremos a…
Las palabras de Katne quedaron ahogadas por una exclamación que se sobrepuso a las palabras del arquero. Hlenn, que lo observaba, siguió su mirada hasta encontrar el causante de semejante reacción. Sus ojos no podían dar crédito a lo que veían.

1 comentario:

  1. Bueno, mayormente como me aburro y tu no te conectas ni para atrás creo que te voy dejar aquí el comentario de los capítulos 6 y 7 xD

    Capitulo 6: Gran capitulo de combate. Ambos que se supone que son simultáneos están bien desarrollados y tanto tú como yo quedamos como unos machotes. Aunque lo cierto es que la parte de las monturas podías haberla ampliado un poco mas, porque me quedo la curiosidad como era su forma. Se que tienen colmillos y ojos negros, pero el resto como son, ¿reptiles? ¿Caballos mutantes?
    Las sacerdotisas también evolucionan un montón y demuestran que tienen unos poderes impresionantes.

    Capitulo 7: Grande el génesis y la primera parte en la que amplias la información sobre tu mundo y como lo ven tus personajes eso siempre es necesario.
    También se ve que has decidido limpiar un poco el numero de secundarios, menudas masacres te has pegado con ellos xD.
    Y Deimos un traidor, al final me hiciste caso y me pusiste de malo xD, pero lo de su transformación ha sido un puntazo. Genial esa descripción.
    Y la muerte de Sayrz muy épica, murió con honor y como los grandes personajes, filosofando y diciendo grandes frases xD.

    Se esta poniendo interesante la cosa, a ver que tal lo desarrollas a partir de aquí. Aunque tras el 7 esperaba algo como: Fin de la Primera Parte xD.
    El 8 te lo comentare cuando lo acabes pero como ya te digo tengo curiosidad por saber como lo llevas adelante a partir de ahora y quiero ver los flaishback (o como hostias se escriba) de Deimos, en sus viajes a las tierras rojas y como se convierte en servidor de los demonios.

    Sigue así.

    P.d. ¿Sigues leyendo mis escritos? xD

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